jueves, 14 de marzo de 2013

El capitalismo industrial

La revolución industrial, que venía gestándose desde el siglo XVI, pero alcanzó su plenitud hasta el siglo XVIII, transformó los procesos productivos, transfiriéndolos del hogar o el taller artesano a la fábrica y convirtiendo el trabajo manual en mecánico, y exigió la aportación laboral de un numero cada vez más elevado de obreros. Este capitalismo industrial inicial era altamente competitivo, porque las empresas, de propiedad individual, eran pequeñas y numerosas en cada sector y, por tanto, ninguna de ellas tenía por sí sola poder suficiente para intervenir decisivamente en el mercado. Sin embargo, la rápida acumulación de capital, unida a los frutos inmediatos de la revolución tecnológica que se había operado, hizo que el proceso de crecimiento de las unidades económicas fuese cada vez mas acelerado. La consiguiente concentración se tradujo en e aumento tanto del tamaño de las empresas como de los capitales depositados en las instituciones bancarias y en las grandes sociedades anónimas. La consecuencia fue una sensible disminución del nivel de competencia y la aparición en distintos sectores de mercados oligopolistas y monopolistas dominados por pocas empresas o por una sola, las cuales podían de esta manera aumentar sus beneficios recurriendo a diversos métodos como adopción y control de patentes, reparto de territorios en exclusiva fijación arbitraria de precios, etc. En suma todo cooperó a hacer que sufriera un gran bajón el nivel de competencia típico del primitivo capitalismo industrial.

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